Hoy se me ha muerto, por primera vez, un ser querido digital. De improvisto, sin haberlo anticipado, sin saber que llevaba tiempo enferma. Era un avatar, de tantos, que hace tiempo no mencionaba en privado. Un avatar, de tantos, que se van quedando cada vez más lejos del último café.
El avatar ha mandado un mensaje por WhatsApp, en uno los grupos que compartíamos:
M. (1 mensaje):
Tras una dura batalla, M. nos dejó ayer por la tarde.
Y, claro, es obvio que no puede ser ella quien escribe pero aún así… disuena tanto la tercera persona. Chirría tanto pensar que ese ser, querido, ya sólo era digital. Que todas esas interfaces la cubrieron y ahora la sobreviven (su muro de facebook, hoy lleno de despedidas en segunda persona). Pero ya no son ella (¿quién las leerá?). Y, rebotado desde algún servidor de China, sus familiares nos lo recuerdan:
M., eso distinto de lo que ahora lees, nos dejó.
¿Cuánto hacía del último café?